Al caer la
noche; todos los habitantes de Villa Edén, miraban a Inocencia pasar con un
candil en una mano y de la otra arrastrando por la soga; una pequeña canoa con dos
remos, en dirección a la laguna.
Una de
esas tantas noches; Carlos Esteves, el guardabosque le preguntó –“Inocencia
¿Qué haces todas las noches en el estanque?”–.
–“Voy a
cantar y contarle cuentos a las estrellas; sobre todo a ese Lucero que brilla
todas las noches junto a la Luna”– Respondió Inocencia; provocando que el
guardabosque asintiera con una leve mueca de sonrisa en el rostro.
Así;
Inocencia continuaba su travesía rumbo a la laguna. Ya en la orilla del
estanque, colocaba dentro de la barcaza el pequeño par de remos y la linterna
de aceite. Empujando el bote hacia el agua; subía apresuradamente a la barca, y
tomando los remos comenzaba a remar. Cuando por fin Inocencia sentía haber llegado
al centro del lago; de uno de los pequeños compartimentos que tenía la barca,
sacaba algunos libros. Entre los títulos que destacaban era: “El Príncipe De
Las Ranas” y “El Viejo Ranero”.
Pero el
que más le gustaba a Inocencia; era un poema del libro número cuatro de
“Catarsis Del Corazón”. Pensamiento con el que siempre comenzaba todos sus
recitales cada noche. Y encontrando la dobladura de la hoja que buscaba a
través del canto del libro; comenzaba a recitar:
Eres Tú Mi
Lucero
Eres tú el Lucero al que escribo mis
versos;
Eres tú quien inspira mis dulces cantos,
Eres tú a quien en letras entrego mis
besos;
Eres tú el brillo de todos mis encantos.
Eres tú la estrella que deseo toc… ca… ar…
Pero Inocencia
no pudo concluir su interpretación poética; una luz parpadeante segó sus ojos,
al parecer la estrella a quien todas las noches le recitaba; por fin había
escuchado sus plegarias. Y cuando sus ojos por fin pudieron adaptarse a los
bruscos cambios de intensidad de la luminiscencia; pudo observar cómo el Lucero
se acercaba cada vez más al estanque.
Y al encontrándose
de frente; Inocencia no pudo disimular sus lágrimas de alegría. Lucero; con esa
anatomía semejante a la humana, inclinó un poco su rostro como con extrañes por
la reacción de Inocencia.
Sin embargo;
preguntó –“¿Eres tú quien interpreta tan hermosos cantos y poemas?”–.
–“S..i,
si, sí”– Respondió Inocencia titubeando; y agregó –“Espero no incomodarte con
mi recitación”–.
–“No; para
nada, al contrario; es muy bella tu interpretación”– le respondió Lucero; con
una mirada que denostaba gusto al expresarlo y al mismo tiempo dejaba escapar
una leve sonrisa de entre sus labios.
Después de
las respectivas presentaciones pasaron a una larga charla que concluyo con el
alba. Lucero e Inocencia se despidieron; no sin antes prometerse que al
anochecer se volvería a reunir para continuar con lo que demostraba que sería
una bella amistad.
Así;
apenas y con los primeros bosquejos de obscuridad; Inocencia tomaba su candil
de aceite, su bote y sus remos para dirigirse nuevamente al lago. Lucero;
cumplió con lo acordado; esa noche Inocencia le contó a Lucero sobre la leyenda
del “Diablo y el Saurín”, posteriormente le leyó el libro del “Flautista de Hamelin”, “El Príncipe de las Ranas” es más; hasta le
leyó libros sobre “Anatomía Humana.
Lucero no
podía evitar ese rostro de fascinación por tan hermosas historias literarias.
Inocencia por su parte; tenia curiosidad por el conocimiento. Por lo que se
atrevió a preguntarle a Lucero:
–“Lucero;
me podrías decir cómo es el universo”–.
–“Es muy
complicada la respuesta”– Expreso Lucero; y agregó –“Pero haré el intento de
explicarte. Cada uno de los astros del universo formamos parte de un solo
cuerpo universal; de acuerdo con nuestros ancestros, todos incluyendo a tu planeta
somos muy parecidos a los órganos que tienen ustedes los humanos dentro de su
cuerpo. Los cuales cumplimos una función específica dentro del creador”–.
–“¿Estás
diciendo que la tierra es un ser vivo?”– Pregunto Inocencia.
–“Así es;
aun cuando la tierra te parezca un ser inanimado y las rocas aparentemente no
muestren signos de vida”– Respondió Lucero y agregó –“Ustedes tienen vellos en
la piel para mantener la humedad y la Tierra tiene árboles que cumplen esa
función; ustedes tienen arterias para oxigenar y la Tierra tiene corrientes de
aire en el cielo; ustedes tienen corrientes sanguíneas para trasladar todos los
nutrientes en sus organismos y la tierra tiene corrientes marítimas y cuerpos
cavernosos por donde circula el aceite de roca; del cual la Tierra adquiere
todos los nutrientes que necesita para seguir viviendo”– Aquí hizo una pausa.
Y haciendo
un paneo sobre su entorno; Lucero continuó diciendo –“Aparentemente la Tierra
luce normal; pero desde el firmamento, su color azul se ha vuelto negro y su
hipnótico color verde cada día se ve palidecer. La Tierra nos ha dicho que es
producto de una nueva especie de dinosaurios salvajes que se hacen llamar Homo
Sapiens. Quienes con sus volcanes artificiales a los que estos dinosaurios
llaman fábricas; han envenenado a la Tierra, provocándole fiebre, resfriados y hasta
escalofríos. No conforme con ello; le han extraído su sangre negra y han
deforestado su hermoso traje verde. La Tierra nos advierte que si los
dinosaurios no paran esta devastación; correrán el mismo destino que los
dinosaurios anteriores–.
–“Bueno;
creo que ya exageramos en la hora”– Dijo Inocencia y agregó –“Ya comenzaron a
cantar los gallos, es hora de que regrese a casa”–.
Lucero; se
despidió de Inocencia dándole un beso en la mejilla. Algo que electrizó a
Inocencia; pues nunca había recibido un beso. Lucero subió al firmamento e
Inocencia se dirigió a casa; bajo la promesa de que se volverían a reunir.
Ya rumbo a
su casa aprovecho en pasar a la librería; para comprarle algunos libros al
señor Drako Pérez; su nombre verdadero era Miguel Ángel Pérez, pero como le
gustaban las historias de Dragones y como estos simbolizan la sabiduría, por
eso se hacía llamar Drako; que en idioma celta quiere decir Dragón. Y el libro
que eligió para leérselo a Lucero fue: “Una Historia De Salamandras”.
Las noches
continuaron su curso y la amistad se solidificaba cada vez más; una noche
jugaban a las escondidas y a la siguiente, mutuamente se contaban historias.
Pero una de esas tantas noches fue especial para Inocencia; pues los labios de
Lucero conjugaron una frase que Inocencia nunca había escuchado y mucho menos
sentido en su corazón.
–“¡Te Amo
Inocencia! ¡Te Amo…!”– Exclamo Lucero.
Inocencia
tratando de corresponderle; respondió –“Lucero ¡Nunca olvides que tienes mi
corazón en tus manos!”–.
–“Yo lo
recibo en mis manos y te prometo que nunca le haré daño a tu corazón ¡Siempre
seré de ti y tú siempre serás para mí!”– Dijo Lucero; uniéndose a Inocencia en
un fuerte y cálido abrazo.
Al
anochecer siguiente:
–“¿Todo
listo para hacer el viaje?”–.
–“¿Cuál
Via…je…?”– Intento decir Inocencia.
Pero
Lucero le había secuestrado los labios con un beso; de pronto un aura ilumino
todo el cuerpo de Inocencia y comenzó a levitar por encima de la barcaza. Lucero
le tomo de la mano y la guio al firmamento. Y mientras más se alejaban de la tierra;
más pequeño se veía el Valle del Edén. Hasta que Inocencia por fin pudo ver el
rostro de la Tierra.
Visitaron
la Luna, vieron pasar la majestuosidad de un cometa, contemplaron la vía
láctea, el cinturón de orión, la constelación del cisne, cáncer, géminis y
capricornio. Ya en la lejanía Inocencia pudo apreciar la belleza del sistema
solar y la rotación de los planetas. También contemplo la magnificencia de las
galaxias y la ultrasúpermega estrella al centro de todo el universo. Inocencia
en un beso robado había conocido todo el universo.
Y al
término del viaje; a punto de despedirse:
–“Disculpa
que te haya robado un beso; pero si no lo hacía así, mi aura, mi luminiscencia
no te hubiera abrazado y no podrías haber hecho el viaje”– Expreso Lucero.
–“Si mi
corazón te pertenece ¿Por qué mis labios no habrían de ser tuyos?”– Replicó
Inocencia.
–“¡Eres un
gran tesoro! ¡Te amo tanto Inocencia!”– Dijo Lucero.
Se
despidieron y nuevamente se dieron un segundo beso; prometiéndose que se
volverían a reunir al anochecer siguiente. Ya en el camino; Inocencia sintió
que con entregarle el corazón a Lucero, no era suficiente para expresarle todos
sus sentimientos. Por lo que decidió que al anochecer le demostraría cuánto le
amaba pero con una frase muy especial.
En la
noche siguiente volvieron a reencontrarse; era una noche cuyas nubes
presagiaban tormenta por lo que esta vez dejaron el bote con el quinqué y los
remos a la orilla del lago; se tendieron sobre el prado a contemplar el cielo
aborregado. Intercambiaron canciones y versos; primero recitaba Inocencia,
después Lucero y viceversa. Hasta las luciérnagas se acercaron a iluminarles el
escenario donde se llevaba a cabo tan maravilloso recital de cantares.
–“Sabes;
me encanta mucho pasar las noches a tu lado”– Dijo Lucero.
–“A mí
también me gusta estar contigo”– Dijo Inocencia y agregó –“Y quiero decírtelo
de la manera en que tú me lo hace sentir”–.
–“¿Cómo?”–
Preguntó Lucero.
–“Quiero
decírtelo con un: ¡TE AMO…!”–.
Y sin
alcanzar a terminar la frase; una iluminación color azul, envolvió todo el
cuerpo de Lucero; provocando que hasta su piel abandonara el color dorado y tomara
el tono azul. Sus ojos que miraban fijamente a Inocencia cambiaron de color
miel a un azul frio. Al mismo tiempo que el cuerpo de Lucero comenzaba a levitar.
–“¿Qué
sucede?”– Preguntó Inocencia; pero Lucero no respondió a la interrogante.
Lucero miraba a Inocencia pero con una frialdad; como si Inocencia no existiese
en su delante. Y comenzó a avanzar casi atropellando a Inocencia.
Al mismo
tiempo el corazón de Inocencia alertó que algo estaba pasando; por lo que
Inocencia se incorporó y comenzó a seguir a Lucero. Pero Lucero cada vez
aumentaba su velocidad e Inocencia al ver esta conducta; también agilizó el
paso tratando de detener a Lucero.
–“¡Lucero…!
¡Lucero…! ¿Qué está pasando?”– Exclamaba y preguntaba Inocencia; y agregó –“¿A
caso dije algo malo? ¡Dime qué hice mal! Por favor ¿Por qué te marchas sin
decirme nada?”– Pero todo era infructífero; Lucero no parecía demostrar signos
de atención.
Inocencia
siguió corriendo detrás de Lucero; saltando entre zarzales, enredaderas y sin
importarle; atravesó los rosales cuyas espinas se clavaban en su cuerpo,
mientras las lágrimas segaban por momento a sus ojos. Luego con una de sus
manos se las limpiaba aunque con muy poco efecto; pues las lágrimas no cesaban.
Su garganta se encontraba secuestrada por un nudo que le cortaba la
respiración. Y al salir de la maleza a campo abierto; en un esfuerzo humano
volvió a gritar:
–“¡Lucero…!
¡Lucero por favor no te vayas! ¡Lucero…! ¡Lucero! ¡No sabes cuánto TE
AMOOOO!”–.
Y al
terminar esta última frase; una ráfaga de viento emano del Lucero, lanzando a
Inocencia con una fuerza estrepitosa hacia los rosales. Inocencia
inmediatamente se levantó de entre la maleza. Y a pesar de que sus mejillas estaban
rasguñadas por las espinas; volvió a dirigirse al prado, tan solo para
contemplar la estela de luz dejada por Lucero; en dirección al firmamento.
Inocencia;
apretando sus puños y el tórax; comenzó a gritar su nombre: –“¡Lucero!
¡Lucero…! ¡Lucerooooo…! (¡… cero! ¡… cero! ¡… ceroooo!)”– También al eco se le
escucho repetir. Mientras un estruendoso rayo caía en la laguna y las gotas de
lluvia se mesclaban con las lágrimas de Inocencia; al mismo tiempo los
estruendos de la tormenta ocultaban el llanto amargo de Inocencia. Cuyo cuerpo
se encontraba hincado en el prado; apretando sus manos y con el rostro cubierto
de lágrimas y lluvia en dirección al firmamento.
Después de
un largo rato de lágrimas y llantos secuestrados por el estruendo de la
tormenta; se reincorporó nuevamente y corrió en busca de su pequeña embarcación.
Al llegar a la orilla donde la había dejado; ya no necesitaba empujarla al
lago; pues la tormenta había elevado las aguas. Solo la desamarró e
inmediatamente se subió en ella y tomando el par de remos; comenzó a remar. Los
ojos de Inocencia se veían extraviados; pues sin importarle que las aguas de la
laguna estuvieran turbias se aventuró esquizofrénicamente a cruzarlas.
De sus
labios solo se le podía escuchar decir –“¡Necesito respuestas! ¡Necesito saber
qué hice mal!”–.
Al llegar
al otro lado de la laguna; no puso atención en el pequeño bote, simplemente corrió
hacia su casa, descargó todos los libros que tenía en su pequeña biblioteca;
buscando sus respuestas. Pero ninguno de los libros parecía llenar sus expectativas
y satisfacer sus incógnitas. Sus lágrimas caían sobre las páginas de sus
libros; pero eso parecía no importarle a Inocencia, quien buscaba sus respuestas.
Ese
amanecer fue el más largo en la vida de Inocencia; toda su atención atrapada en
su solloza literatura, que no se dio ni cuenta del momento en que cesó la
tormenta. Sin embargo; las respuestas que buscaba, no las encontró en sus libros.
Así que con los primeros rayos de sol; se aventuró a las calles de Villa Edén. Y
a todo el que encontraba en el camino le preguntaba si sabía algo sobre las
estrellas; pero ninguno sabía nada al respecto.
Durante todo
el día Inocencia no probó bocado alguno; los alimentos entre sus labios no tenían
sabor y tampoco quería dormir; pues tenía el temor de que entre sueños volvería
a revivir la escena dantesca de su terrible perdida. Mientras que su pecho resentía
del vacío; al parecer Lucero no solo se marchó en silencio, sino que también se
había llevado el corazón de Inocencia.
Y al atardecer;
sin siquiera esperar a que el sol desapareciera, tomo su quinqué y se dirigió
al lago en busca de su pequeño bote. Ya a las orillas del estaque; se comenzó a
preocupar porque no encontraba la pequeña embarcación. Sin embargo; escucho una
voz muy conocida que le dijo: –“Inocencia ¿Qué es lo que buscas?”–.
–“¡Mi
pequeño bote!”– Respondió Inocencia; regresando a ver la procedencia de la voz.
Para descubrir que era Estévez; el guardabosques.
–“¡Lo
amarré al árbol junto a los rosales!”– Exclamo el guardabosque y agregó –“Anoche
pase a revisar los niveles de agua de la laguna y encontré tu pequeña barcaza
abandonada; por lo que inmediatamente procedí a protegerla e imagine que pronto
vendrías por ella”–.
–“Muchas
gracias Don Estévez. ¿Le puedo hacer una pregunta?”– Manifestó Inocencia.
–“Haber
¿Dime cuál es tu pregunta?”– Dijo el guardabosque.
–“¿Usted
sabe algo sobre las estrellas?”– Expreso Inocencia.
–“No, pero…
¿Por qué no acudes con Drako? Él tiene muchos libros al respecto y podrías
encontrar la respuesta a lo que me acabas de preguntar”–.
–“Muchas
gracias; tiene mucha razón ¿Por qué no lo pensé antes? Al amanecer será lo
primero que haga”– Puntualizó Inocencia.
Se
despidió del guardabosque y comenzó a remar hasta llegar al centro del estanque.
Trascurrieron las horas; cayo la obscura noche, pero la luminiscencia de Lucero
jamás se hizo presente esa noche; lo que entristeció aún más a Inocencia. Al caer
los primeros rayos matutinos; regresó a la orilla de la laguna, amarró la
barcaza y corrió en dirección a la librería de Don Drako.
Don Drako;
quien acababa de prepararse un café, escuchó un fuerte: –“Toc, Toc, Toc” – En
la puerta y preguntó –“¿Quién llama? Aún no son horas de atender a los clientes”–.
–“Don
Drako; soy Inocencia y necesito de su ayuda, atiéndame por favor; en verdad
necesito de su ayuda, necesito algunos libros sobre estrellas”–.
Don Drako;
al abrir la puerta de su casa y ver las lágrimas cristalizadas de Inocencia, comprendió
que el asunto era cosa del corazón. Por lo que conmovido por ese triste
semblante; le hizo pasar a Inocencia a tomar asiento a la mesa, le regaló una taza
de café mientras le buscaba todos los libros que hacían referencia a las
estrella. Y ya de regreso; delante de Inocencia dejó todos los libros que pudo
encontrar respecto al tema de las estrellas.
E Inocencia
al ver la torre de libro; se abalanzo a ésta como si en ello se le fuese la
vida. “Filosofía de las Estrellas”, “Anatomía Estelar” y “Estrellas en el Cielo”;
fueron solo algunos de los títulos a los que les dio lectura rápida. Y así
transcurrieron las horas; Inocencia parecía un “Ratón de Biblioteca”, mientras
que Don Drako atendía la librería; quien al atardecer mando a su mucama a
prepararle algo de comer y posteriormente de cenar a Inocencia.
Y cuando
estaba a punto de sentir que la visita a la casa de Don Drako; había sido en
vano, sus manos se toparon con un libro muy llamativo; cuyo título en la
portada gruesa decía: “El Encantador De Estrellas”. Y sin perder tiempo;
Inocencia comenzó a darle fiel lectura. Diez hojas, veinte hojas, treintaicinco
hojas sin parar y cuando por fin llego a la página 180; encontró un párrafo que
le llamo mucho la atención, el cuál decía:
De acuerdo con los encantadores de
estrellas; éstas sienten una gran atracción por la música, el canto, la pintura
y la poesía. Si encantas el corazón de un lucero; tendrás el más maravilloso
amor sincero que te puedas imaginar. Sin embargo; ningún lucero debe de recibir
un “Te Amo”. Algunos encantadores de estrellas aseguran que esa frase congela
el corazón del lucero; quien tiende a elevarse para perderse en el firmamento. Hay
quienes aseguran que esos luceros mueren al llegar al cielo y otros afirmas que
simplemente se inmortalizan en el corazón de quien profirió tal frase. Por lo tanto; si algún día llegas a encantar a
una estrella, jamás le digas un “¡TE AMO!” o le perderás para siempre…
De un solo
golpe cerró el libro y de igual manera la puerta de la casa de Don Drako; corrió
apresuradamente a su casa, tomó el quinqué. Y volvió a salir en dirección a la
laguna; en cuya orilla se encontraba amarrada la pequeña barcaza con el par de
remos. La desamarró apresuradamente, se subió en ella y comenzó a remar mientras
que de sus ojos volvían a brotar las amargas lágrimas; que le hicieron compañía
hasta el centro del estanque.
Y llegando
a ese punto; sus piernas se doblaron hasta caer de rodillas sobre la pequeña embarcación.
Cada una de sus manos se asieron a cada lado de la barcaza; mientras en el
pecho sentía una onda vacuidad que le inundaba de una amarga tristeza y
soledad. Al mismo tiempo que sus glándulas lagrimales se desbordaban como ríos;
el alma de Inocencia por primera vez estaba sintiendo ese deseo pecaminoso de
la muerte.
–“¡Por qué…!
¡Por qué te dije que te amaba!”– Exclamaba Inocencia con un gran pesar y agregó
–“Si hubiera sabido que te perdería; mejor te hubiera dicho que te odio, para
que te quedaras conmigo… ¡Luceroooo…! ¡Te odio Lucero…! ¡Te odio…! (¡Te
odiooooo…!)”– También al eco se le escucho repetir.
Después de
esa amarga noche; los días transcurrieron e Inocencia se la pasaba allí en la
laguna, fantaseando con la idea de que Lucero volvería. Los días se convirtieron
en semanas, las semanas en meses y los meses en años; hasta que Inocencia por
fin pudo comprender que esa fantasía jamás ocurriría. Volvió a retomar su
lectura; tomo sus lápices, papel y comenzó a escribir sus propias letras,
versos y canciones.
Y después de
un largo mes de ausencias en el lago; y de estar ensimismado en su propia
escritura, por fin tomo su linterna de aceite, su pequeña embarcación, el par
de remos y se dirigió a la laguna. Y como anteriormente lo había hecho; abordó
la embarcación y remó hasta el centro de la laguna. Y del pequeño
compartimiento de la embarcación; saco su propio manuscrito y comenzó a recitar
sus propios poemas.
Y mientras
más leía sus propias letras; un aura de luz dorada comenzaba a envolver su
cuerpo. Cuanto más sentimiento le daba a su recital; la luz de su cuerpo era
más densa hasta que ésta se convirtió en una estela de luz, proyectada al
cielo. Una luminiscencia de multicolores que atrajo la atención de todos los
luceros; excepto una estrella muerta, que yacía perdida en el firmamento. Pero al
menos en los ojos de ese cadáver estelar; se podía contemplar el reflejo del
rayo de luz emitido por Inocencia desde la Tierra.
Inocencia continúo
con su hermoso recital de versos y canciones; mientras que todas las estrellas
del firmamento comenzaron a parpadear. Algunas querían ver de más cerca a quien
recitaba tan hermosas rimas y estrofas; por lo que en una majestuosa lluvia de
estrellas, descendieron sobre los alrededores del lago y acostándose sobre los
prados o campos abiertos; enfocaron toda su atención sobre Inocencia…
Ahora ya
lo sabes; si algún día llegas a ver que una estrella parpadea en multicolores,
es que alguien le está recitando un poema. Y si tienes la bendición de
contemplar una lluvia de estrellas; disfrútala, pues de seguro han bajado a la
Tierra para disfrutar del recital de algún Encantador de Estrellas.
–“FIN”–
Hace un
año; mientras aun te encontrabas en el vientre te conté este cuento,
desgraciadamente la vida no nos permitió conocerte. Hoy; un año después de
aquél día, por fin pude publicar el cuento que te había prometido leer cuando
estuvieras en nuestros brazos.
Acapulco De
Juárez / Coyuca De Benítez; Gro. Méx. 24 Octubre 2015
En Memoria Del Hijo Esperado
Lázaro Rojas Santiago
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